Miércoles 22 de abril de 2020
Es
de noche e hicimos taller por zoom, ahora es así, no nos dejan
encontrarnos para frenar el contagio, pero lo único que hacemos es
encontrarnos y volvernos a encontrar de maneras creativas, con
nosotres, con otres, a ver cómo estamos, qué podemos hacer…
trueques por rappi o por medio de amigues, pomelos en un taxi a la
familia, regalitos frutales a domicilio a lxs vecinos en horas de
salir a la despensa.
Consolar(nos)
por teléfono, sentarse imaginariamente con la hermana a tomar mate
en su patio al sol, conversar con el mar por las mañanas.
¿Qué
está pasando? No tengo la menor idea.
Salgo
a la calle con barbijo.
Veo
a mi sobrino por teleconferencia, está por cumplir 9 meses y ya
aprendió a hacer “no tá” “acá táaaa”.
En
casa cocinamos más y más rico y buscamos compartir momentos, hacer
tareas comunes, prestarnos atención.
Banjo
aprendió truquitos y se siente acompañado, eligió su propio lugar
para dormir, el estudio. Casi todos los días me extiendo con él al
sol y dejamos que la tierra nos sostenga. La Huay hace lo mismo con
sus gatas, dice que está aprendiendo a no ser “productiva”, a
reposar como ellas, cómodamente.
La
Mé dibuja, ensayamos por video llamada, nos llegan las voces a
destiempo, la música a destiempo, pero el amor al unísono.
Trabajo
menos y cobro menos, aunque estoy dando más (es un funcionamiento
mágico o práctico: consumo menos, me sobra lo que tengo y comparto
con algunes que lo necesitan).
Conocí
a mi vecino Juan, o sea, ya lo conocía, pero nos presentamos, es el
que hace pan casero y siempre nos cayó muy bien. Juan como mi
abuelo.
Hoy
transplanté una papaya y un tomate. Veremos si sobreviven. Como
nosotres.
Mientras
tanto estamos, metemos las manos en la tierra, celebramos el
atardecer.
Espero
que pase para bien, que mueva en mí el amor, que brille algo.
Camila
de antes y después (si leen y si no) Gracias por acompañarme ahora.
C.