Llegó tarde la que había tomado el colectivo equivocado, o el correcto pero del otro lado, y fue como siempre la primera en manchar el mantel blanco, cuando de pasada, a mitad de un beso, volcó con el bolso una copa de vino, que tiñó una porción de pizza y cayó luego en la pollera de colores de la niña de la flor, que miraba de reojo la ventana. Eso sí: nadie pensó si saldría la mancha, se la tapó con un plato y dejó de existir.
Más o menos en la décima aparecieron tres bellos hombres, todos muy divertidos, pero casi sin rostro y sobre todo sin Agustín.
La mujer que tenía un ojo azul y el otro oscuro, como el de una muñeca de edición limitada, en secreto en la cocina contó su historia de brujas. Ella lo había visto, en su ropa: un hilito verde fosforescente, en sus bombachas y corpiños, y en ambos borcegos. "Puedo ser yo.Es cierto-decía-. Pero si no me acuerdo no lo soy". Había colgado de sus manos amuletos de ojos tintineantes y colorados. Había limpiado su casa con incienzo, la había liberado de espejos, según el protocolo...se veía asustada, entre sus dudas y suposiciones poco claras, porque como suele pasar la bruja no había sido clara y era difícil imaginar que alguien hubiera conseguido acceso y tiempo...
Mientras tanto algunos fumaban y pero la bella niña rubia le temía a esas cuestiones por historia, algo sobre ataques de pánico y posesiones satánicas, que la hacían asustarse de poco. Le había costado volver a dormir o estar sola en una habitación.
La mujer-muñeca de la bicicleta se metía bajo la mesa y desde ahí salía como sorprendiendo, como esas cajas a las que les dan manija, mientra sabés que en cualquier momento sale, pero te contracturás esperando cuándo y ...
Entonces la niña del manchón de vino pensó que le gustaba sentirse cerca.Sabía sin embargo, que pensaba ese tipo de cosas para no pensar las otras. Miró a la niña de la flor, que sonreía de todo y con todos los presentes, miraba a veces desde lejos, pero para lejos también. Decía cosas tan bonitas que a todos daba ganas de abrazar. Su ropa era rara, porque cambiaba de color a contraluz, y era difícil verla sin parpadear. Sólo por momentos la mirada se le hacía oblicua y se le notaba fuertes ganas de llorar o de poder enojarse con alguien, pero se le iba en segundos, hablando, escuchando, o mirando hojas amarillas en el piso, imaginadas, porque pisaba un piso de mosaicos.
Le bastaba saber que era otoño y que afuera había cosas amarillas esperando sus botas de lluvia.
L.
por la I y por la II! qué linda previa de locxs, que lindo cruce de historias! que dulces encuentros! y que bonita voz y vos siempre! un tinto que manche todas las ropas y una sonrisa de ojos chinos por nuestras múltiples personalidades, nuestras ciclotimias y las de lxs que nos rodean!
ResponderEliminarbrindo por la locura linda! salud!
claramente...jaja...ciclotimia en su máxima expresión!!! abrazo grande hermanita! salú por los locos, q nunca dejen de aparecer...
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