a Euge
ella me regaló una flor
con la noche prendida en cada pétalo
y un pañuelito de brisa
y serpentinas bailantes para el cuello
fue una tarde cualquiera
la miré sorprendida
me dio una carta soleada que recogía simpleza
y me volví tan campante
y me sentí tan bonita
porque ella vino tan niña con pañuelitos y flores
a desteñir la tristeza de un silbido
y darme la luz
sobre la frente.
C.
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